sábado, 18 de abril de 2015

La cabra tira al monte

Los caminos de la vida profesional son, en muchas ocasiones, complicados y muy a menudo, torcidos e incomprensibles.
A veces tomamos decisiones que nos apartan de determinados caminos, que incluso nos hacen zozobrar anímicamente en más de una ocasión, pero que en la mayoría de las ocasiones, si tenemos la suerte de poder pensar y analizarlo fríamente, nos pueden llevar a conclusiones que nos permiten alcanzar un determinado estado de algo similar a la paz espiritual y a entendernos un poco más a nosotros mismos.
Creo que es el momento de poner en claro mis ideas, creo que casi tengo acabada mi travesía por el desierto, así que, aunque ésta no está del todo acabada y me falta alguna etapa, creo que por fin puedo ver el camino al que voy.

A mediados de 2012 dí por acabada, pensaba que de forma definitiva pero ha resultado ser en falso, una etapa profesional en mi vida, que me había llevado a poder dedicarme muy en serio a aquello que me gusta, pero que, por falta de experiencia, y seguramente por candidez de carácter, me había dado algún que otro disgusto.

Desde entonces hasta ahora, me he dedicado a hacer otro tipo de trabajo, que poco o nada tenía que ver con mis anteriores responsabilidades, relacionadas con la administración de servidores, el servicio técnico a usuarios y el desarrollo de software. Lo dejé básicamente por dos motivos, tuve una oportunidad, y porque simplemente me quemé. Y me quemé, en parte por problemas de organización, y por problemas de comunicación, aparte de por una serie de decisiones desacertadas por parte mía y de otras personas. Resultaría prolijo ahora explicar todos los pormenores de los problemas que tuve, pero sí es cierto que de todos estos problemas saqué una lección importante, que puede servirme, siempre, para encarar mi futuro.

El caso es que tras tal aventura, como he dicho, me quemé, llegando incluso a pensar que realmente, el dedicarme a lo que me dedicaba era una quimera que vivía en mi mente, que era incapaz de desarrollar nada con un mínimo de calidad. No se si eso era lo que pretendía quien se alegró de mi partida, quizás no, pero casi lo consigue.

Dejé ese trabajo un 31 de julio, para encarar una nueva etapa al día siguiente, una nueva etapa plagada de problemas. Ha habido satisfacciones, evidentemente, pero poniéndolo en una balanza, casi pesan más los inconvenientes que las ventajas.

Los inconvenientes se resumen básicamente en dos puntos: tropezar con la misma piedra por segunda vez (trabajar con la familia), y meterme en algo que ni comprendo, ni asimilo, ni me gusta, para que voy a decir lo contrario.

Hace tiempo vi un vídeo que me impactó. Y cuando digo que me impactó me refiero a que realmente fue un punto de inflexión en mi modo de ver mi realidad.
El vídeo puede verse aquí:

Con este vídeo, que he visto decenas de veces desde que lo reproduje en mi muro de facebook para no perderlo, el pasado 1 de abril del 13, ha sido con lo que he empezado a entenderme, curiosamente.
La primera vez que lo vi pensé: "llego tarde, de lo que habla aquí es de gente más joven que yo".

Al cabo de un mes o dos lo volví a ver, por curiosidad, porque oí algo en la tele o porque de algún modo apareció de nuevo en mi vida. Creo que lo vi tres veces o cuatro seguidas, de madrugada, mientras mi familia dormía.

Y lloré lágrimas de pena, que poco a poco se fue convirtiendo en alegría y en confianza.

Desde entonces algo ha cambiado en mi percepción de mi realidad, y poco a poco estoy haciendo posible que ese cambio sea posible.

Lo reconozco: no quiero dedicarme a otra cosa que no sea la informática. Comencé a programar muy joven, y aún después de todo lo pasado, quiero seguir haciéndolo. Tengo los baches superados. Me queda mucho por aprender, pero, por fin un poco de optimismo. Después de todo, siempre he sido un optimista compulsivo.

Sé positivamente que mi decisión no va a gustar, o va a costar de encajar para algunas personas de mi entorno, pero es el momento, no voy a pensarlo más, la oportunidad está ahí y hay que lanzarse a por ella. Es o ahora o nunca, y no quiero quedarme pensando el resto de mi vida que hubiera pasado si lo hubiera hecho.
Tardaré un mes, dos, seis, o un año, pero está decidido.

Creo que incluso poner por escrito mis reflexiones me ha acabado de ayudar a decidirme.

El miedo es el asesino de la mente. Venceré a mi miedo, pasaré a través de él.
(Frank Herbert. Dune)