domingo, 17 de enero de 2010

El pais de las maravillas (I)

Hace unos seis meses que estoy recopilando información para escribirla en este blog.
Y he esperado estos meses para tener una visión más global, y si cabe incluso más objetiva.
El caso es que en este tiempo me ha tocado llevar adelante un proyecto para seleccionar a un partner que implante y mantenga un ERP en la empresa en la que trabajo (lo de liderar es un concepto que no me gusta mucho).

Hay que reconocer que el proceso ha sido corto, y que la decisión final ha sido, sino la más acertada, casi casi.

Dicen que cada maestrillo tiene su librillo, y es bien cierto, cada comercial tiene su táctica: hay quien se jacta de ser el más cercano geográficamente, y por tanto, ser el que mejor entenderá la idiosincrasia de la empresa, hay quien adula más que habla, eso sí, con educación y estilo (y mucha práctica), hay quien se inventa una especie de complicidad inexistente empresa-consultor, quien lo ve todo hecho, fácil y sobre todo estándar, y también a quien se le nota que quiere vender, sencillamente porque le hace mucha ilusión. Incluso quien se cabrea y te echa a los perros cuando le haces saber que se acabó, como si de un romance se hubiera tratado. Y sin olvidar al que emplea un 10% del tiempo en decir "mi producto es el mejor", y el 90% restante en decir "los demás son una mierda".

En fin, visto lo visto, hay muchos ERPs, muchos fabricantes, algunos mejor orientados, algunos peor, algunos con un segmento muy definido, otros más difusos, pero he extraido tres conclusiones:
a) no es oro todo lo que reluce
b) un "buen" consultor vendería su alma al diablo por conseguir ciertos contratos
c) lo que puedas hacer en casa, hazlo en casa y no lo compres, a peor que sea siempre es mejorable, adaptable, analizable, y sobre todo económico

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